Me encanta Frida Kalho: una auténtica "leprosa", por discapacitada y bisexual. Lástima que la película, a mi juicio, no le hiciese justicia ni sacase suficiente partido a una biografía tan apasionante. Sólo la aportación de una esforzada Salma Hayek llega a tener interés en tan convencional "bio-pic".
Frida exorcizó su dolor, su "desgracia" mediante el arte, entre otras cosas, y no se permitió en ningún momento renunciar a la vida, presentase ésta la forma que presentase. No sé si fue leprosa auténtica o a medias. Leprosos me temo que, más o menos auténticos, lo somos todos. ¡Hay tantas clases de discapacidad! Por ejemplo, la incapacidad de amar, que es una de las más graves que un ser humano puede sufrir; la incapacidad para comunicarse; la incapacidad para mostrarnos a los demás con toda nuestra fragilidad que no es poca, ni pequeña; la incapacidad para vernos a nosotros mismos con una distancia mínima que nos permita ser objetivos, si es que eso es posible... Entiendo que el dolor, venga de donde venga, nos incapacite pero nos confronta con nuestra condición de mortales y, a veces, no siempre, nos hace más fuertes y, quizá, más sabios.
Me encanta Frida Kalho: una auténtica "leprosa", por discapacitada y bisexual. Lástima que la película, a mi juicio, no le hiciese justicia ni sacase suficiente partido a una biografía tan apasionante. Sólo la aportación de una esforzada Salma Hayek llega a tener interés en tan convencional "bio-pic".
ResponderEliminarFrida exorcizó su dolor, su "desgracia" mediante el arte, entre otras cosas, y no se permitió en ningún momento renunciar a la vida, presentase ésta la forma que presentase. No sé si fue leprosa auténtica o a medias. Leprosos me temo que, más o menos auténticos, lo somos todos. ¡Hay tantas clases de discapacidad! Por ejemplo, la incapacidad de amar, que es una de las más graves que un ser humano puede sufrir; la incapacidad para comunicarse; la incapacidad para mostrarnos a los demás con toda nuestra fragilidad que no es poca, ni pequeña; la incapacidad para vernos a nosotros mismos con una distancia mínima que nos permita ser objetivos, si es que eso es posible... Entiendo que el dolor, venga de donde venga, nos incapacite pero nos confronta con nuestra condición de mortales y, a veces, no siempre, nos hace más fuertes y, quizá, más sabios.
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