sábado, 28 de enero de 2012

De la lírica arcaica griega. Comentario al poema de Semónides.


En su libro ‘El descubrimiento del espíritu. Estudios sobre la génesis del pensamiento europeo en los griegos.’, el profesor Bruno Snell nos dice que :

“Los griegos no sólo conquistaron nuevas materias de reflexión (por ejemplo, la ciencia y la filosofía) valiéndose de una forma de pensamiento previamente dada, y ampliaron algunos métodos antiguos (por ejemplo, el método lógico) sino que fueron los primeros en crear lo que llamamos pensamiento: descubrieron el alma humana como espíritu activo, inquisidor e investigador, y la base de este descubrimiento fue una nueva concepción del hombre. Este proceso, el descubrimiento del espíritu, se manifiesta en la historia de la literatura y de la filosofía griegas desde Homero: la epopeya, la lírica, el drama, los intentos de comprender de forma racional la naturaleza y la esencia humana son las etapas de este camino.”

Los griegos, pues, desarrollaron una forma de expresión literaria que fue la lírica y que vino después de la epopeya y que, a su vez, precedió al drama. Los tres géneros literarios que fueron creados en esa época y que han pervivido hasta nuestros días.

El poema del que tratamos en esta reseña es el poema de Semónides de la anterior entrada de este blog. La negación del libre albedrío se desprende de la lectura de estos yambos de Semónides. Hagamos lo que hagamos poco o ningún control sobre nuestra vida tenemos. Además vivimos ciegos, carentes de razón y anhelando todo tipo de quimeras cuando lo único seguro que tenemos es la bajada al Hades de dónde nunca se torna. Nos exhorta el poeta, a pesar de esto, a que no amemos nuestros males ni tengamos miedo a la muerte, cuando en vida múltiples formas de muerte hemos de soportar. Siendo todo ello cierto, la verdad es que en ‘este espacio entre dos nadas’ que dicen es nuestra breve vida los hombres no nos entregamos tan fácilmente y nuestra voluntad, nuestro carácter nos llevan a pelear constantemente contra nuestro destino. Refiriéndose a los dilemas, que son una forma de limitar el libre albedrío, dice Ferlosio: “Rechazar y desatar la falaz y fatal constricción de los dilemas, quebrantar la cadena del destino, es la obra del espíritu. Pues quien no ha comprendido que el dilema es ya destino, ya fatalidad, ha renunciado a la mera posibilidad del libre albedrío.”. Este poema de Semónides es un ejemplo claro de lo que era para los griegos la poesía. A este respecto señala el profesor García Gual en su libro ‘Antología de la poesía lírica griega’:

“No olvidemos que los griegos consideraban la poesía como algo muy importante para la comprensión del mundo y la vida. Se tomaban muy en serio a sus poetas. Ellos eran los primeros educadores del pueblo, en una sociedad sin dogmas religiosos ni sacerdotes con libros sagrados ni tradiciones rígidas. La poesía servía de cauce para expresar doctrinas e ideas nuevas y para conservar los mitos y criticarlos, que se cantaba en las fiestas y en los banquetes privados. Los primeros filósofos fueron también poetas. Luego los filósofos más abstractos y profesionales trataron de descartar a sus viejos competidores en la tarea educativa. El filósofo platónico quería vetar a los poetas y echarlos de la República, por herejes. Pero la mayoría de los griegos hasta la época final del helenismo pensaban de otro modo.”

Acabaremos esta reseña, en la que principalmente han hablado las voces de dos helenistas para ayudarnos a comprender dónde surgió el pensamiento y lo que significaba la poesía para el mundo antiguo, con unos yambos de Arquíloco , uno de los líricos arcaicos más sarcástico, polémico y descreído, en traducción de Agustín García Calvo, otro brillante helenista:

FR.57 D

“Corazón, de tantas cuitas maltratado, corazón,
¡ea, arriba!: al enemigo ténlo a raya, y frente a él
pon el pecho; de los odios y emboscadas plántate
cerca y firme; y más, si vences, no te ufanes por doquier,
y si te vencen, no te metas en tu casa a sollozar;
no, sino goza en lo gozoso, y en los males no sin fin
penes: mira cómo al hombre olas llevan y olas traen.”

2 comentarios:

  1. Que bellas palabras!. Aun más bellas son las palabras no escritas que hallamos en nuestro corazón para afrontar la vida en todos sus matices.

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  2. 'Aún más bellas son las palabras no escritas que hallamos en nuestro corazón'. Manel, tanto las palabras escritas como las pensadas y no pronunciadas, creo, surgen del corazón. Razón y corazón podrían ser una misma cosa y si no lo son caminan a la par como el movimiento y la rueda. Tus palabras me han recordado aquella descripción que hacía don José Jiménez Lozano de la celda carmelita, hablando de los místicos, cuando se refería a 'la presencia de la belleza ausente'. A veces no son necesarias las palabras, bastan los gestos pero, ¡qué tremendo poder de seducción tienen! Sin las palabras no seríamos lo que somos. No me puedo resistir y caigo en la tentación de las palabras. Te dejo un poemita de Jiménez Lozano, donde rememora el mundo de su infancia rural lleno de simplicidad y belleza.

    Ángelus de la tarde.

    "La carretera de bueyes,
    lenta, solemne; olor del heno
    tan fragante, su brillo tan pálido
    de oro no engarzado,
    y la tarde, su silencio, los pájaros,
    el camino, la ijada,
    batuta del boyero.
    En mi infancia,
    así andaba de puntillas la Historia,
    a la hora del Ángelus."

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