sábado, 11 de febrero de 2012

Teognis de Mégara (siglo VI a.C.)


“Querido Zeus, asombrado me tienes. Pues tú a todos

gobiernas con gloria y enorme poder personal.

Bien conoces la mente y el ánimo de uno y otro hombre,

tuyo es el dominio supremo de todas las cosas, oh rey.

¿Cómo, entonces, oh Crónida, decide tu mente otorgar

un mismo destino a los hombres malvados y al justo,

tanto si el ánimo humano se goza en lo recto, o bien

al exceso se da, cumpliendo los hombres injustas acciones?

Nada ha dejado el destino prescrito a los hombres,

ni siquiera un camino a seguir que agradara a los dioses.

No obstante, unos tienen fortuna sin mengua, y otros,

que de acciones malignas apartan su mente, reciben a cambio

pobreza, que es madre de ahogo-por más que practican

lo justo-,

y ésta arrastra el ánimo humano al error, y corrompe

en el pecho el pensar bajo el yugo de su ruda violencia,

y a soportar le acostumbra, a su pesar, numerosos ultrajes,

cediendo a la miseria, que es maestra en muchas desdichas,

en mentiras y fraudes y muy lastimosas discordias,

incluso para aquel que se niega. Ya nada encuentra mal.

Porque engendra pobreza esa amarga y dura impotencia.”


Traducción de Carlos García Gual

1 comentario:

  1. Esta pregunta que se hace el poeta a cerca de la fortuna que acaece a los malvados y la desgracia que sufren los que tienen rectas acciones, es una pregunta vigente dos mil años después. Cioran decía que el mal es activo y el bien es pasivo, no trabaja. Canetti pensaba que era la muerte lo que nos hacía malos. Pascal, refiriéndose al estado en el que se encuentra el hombre y a sus irracionales comportamientos nos dice: "Nada es tan importante al hombre como su estado. Nada es para él tan temible como la eternidad. Y es así que no resulta natural encontrar hombres indiferentes a la pérdida de su ser y al peligro de una eternidad de miserias. Ellos son absolutamente diferentes con respecto a las demás cosas; temen hasta las más leves, las prevén, las sienten; y este mismo hombre que pasa tantos días y tantas noches de rabia y deseperación por la pérdida de un cargo o por cualquier ofensa imaginaria a su honor, es el mismo que sabe que habrá de perderlo todo con la muerte, sin inquietud y sin emoción. Esto es algo monstruoso de ver en un mismo corazón, al mismo que esa sensibilidad hacia las cosas más insignificantes y esa extraña insensibilidad hacia las más trascendentales.".

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